La depresión del Danakil recibe el sobrenombre de infierno en la Tierra por la extrema dureza de su clima y la aridez de sus paisajes volcánicos. Ofrece lugares de intensa belleza, desde la blancura cegadora de sus lagos de sal hasta el insólito colorido de su zona volcánica. Pero su principal atractivo turístico radica, paradójicamente, en ser uno de los lugares más inhóspitos del planeta.
Está ubicada en el noreste de Etiopía, entre el Mar Rojo y el Nilo Azul, aunque su extensión se adentra en Etiopía, desdibujando la frontera con la enemiga declarada de Addis Abeba.
Con zonas a más de cien metros bajo el nivel del mar, las temperaturas alcanzan los cincuenta grados centígrados y visitarlo significa una excursión incómoda, de esas que siempre se recuerdan como una aventura.
Cuándo ir
La mejor época para viajar es de octubre a marzo, ya que las temperaturas no son tan altas. En verano es una auténtica temeridad y nunca lo recomendaría. En octubre hay temperaturas de 50ºC aproximadamente. En marzo tuvimos temperaturas de 40 ºC aproximadamente pero se hizo bastante soportable. Por la noche tampoco refresca mucho (25ºC) y, a pesar de que corre un poco de viento, la sensación de calor es bastante alta.
Cómo llegar hasta el Danakil
Las visitas al Danakil suelen realizarse, básicamente, de dos maneras:
- una incursión breve, de una sola jornada, que permite asomarse al gran lago de sal y conocer la forma de vida del pueblo Afar.
- un recorrido más amplio, de tres o cuatro días, que llega hasta los volcanes y ofrece la experiencia de dormir al raso en la cumbre del Erta Ale, pero que también requiere disponer de mayores medios. Esta segunda opción fue la que escogimos nosotros. En breve os contaré en otra entrada la aventura de subir y bajar al volcán Erta Ale.
Para realizar el circuito turístico por el Danakil, hay que encomendarse a alguna pequeña agencia local, en la ciudad de Mekelle, regatear y cruzar los dedos. Para hacer la ruta básica basta con un vehículo todo terreno y un guía/conductor que conozca bien el terreno. Pasar varios días exige dos vehículos, ya que supone transportar personal auxiliar que se ocupe de la intendencia, así como tanques de gasoil, alimentos, agua y cierto equipamiento para dormir. En ambos casos resulta imprescindible un permiso de las autoridades locales (que se gestiona y obtiene de modo inmediato), y contratar una pequeña escolta militar, generalmente dos soldados, para evitar incidentes con la población local y conjurar el riesgo de asaltos.
Otros tantos se irán en permisos, escoltas y propinas. No hay nada que comprar, ni sitio alguno donde adquirir comida o bebidas. Los servicios de un segundo vehículo, cocinero/intendente, etc. pueden multiplicar por diez el coste de la aventura. Y también las incomodidades, que para algunos turistas pueden resultar difíciles de soportar.
Nosotros contamos con un guía que ahora está trabajando por su cuenta. Se llama Haftu Gidday y podéis contactar con él en el whatsapp +251914430354. Este es un guía muy experimentado de la agencia etíope Motherland Ethiopiansun y lo recomiendo hasta el infinito. Pinchad encima de su nombre para acceder a su perfil de Facebook.
Es importante recalcar que explorar la región conlleva cierto riesgo: debido a la acción de grupos armados separatistas, las excursiones se realizan custodiados por guías armados.
Adentrarse en la depresión del desierto de Danakil implica acceder a una zona no exenta de riesgos de todo tipo y poca seguridad. Por ello recomendamos visitar el desierto de Danakil con un grupo organizado.
La tribu de los Afar
El Danakil es la tierra de los Afar, tribu nómada habituada desde hace siglos a las condiciones ambientales que hacen de este desierto una región casi inhabitable. Sus asentamientos suman la provisionalidad a una profunda pobreza crónica, donde no hay electricidad ni agua potable. Apenas disponen de escuelas ni atención médica, cuyas escasas y precarias instalaciones están separadas por enormes distancias sin medios de transporte que las unan.
Los Afar son gentes que te miran con recelo, conservadores, duros y con un gran espíritu de trabajo. Algo que me llamó la atención de su apariencia es la forma de los dientes de los más jóvenes, en punta. Para ellos, está forma de los dientes es un símbolo de belleza.
Los afar viven como hace mil años, dedicados al pastoreo de pequeños rebaños de cabras y camellos, o a la explotación de su gigantesco yacimiento de sal, que extraen con herramientas rudimentarias y transportan en caravanas hasta los mercados locales, para comerciar con ella exactamente igual que hacían sus antepasados.
Los instrumentos son tan rudimentarios como lo pueden ser un bastón y un machete. También usan palos para hacer palanca; los obreros, que esculpen las grandes piezas cuadradas y las preparan para ser transportadas hasta Mekele. De ellos se sirven para cortar los bloques que al atardecer colocarán en los camellos para que antes de que se ponga el sol se vuelva a emprender el camino de regreso a un lugar donde una simple sombra es un artículo de lujo. La forma de vida allí permanece inmutable desde hace siglos: un pellejo de cabra para portar agua y unos dátiles siguen siendo el alimento básico de los trabajadores del salar.
Trabajan de sol a sol por un mísero sueldo y con apenas comida y agua. Un picador vende cada pieza de sal por 5 bir (0.15€) y el camellero lo vende en la ciudad por 15-20bir (0.50€), pero a eso hay que descontar lo que come el camello. Así pues un picador puede ganar 300 bir al día, menos de 10€. Todo esto a cambio de dejar su vida en el trabajo a 50-60ºC. A pesar de las penosas condiciones no aceptan mecanizar la explotación de la sal, ya que perderían el trabajo. Tampoco tienen muchas más opciones. Etiopía es un país sustentado en sociedades tribales, de tal manera que, a pesar de que hay zonas muy fértiles en el país no pueden asentarse en ellas porque entrarían en conflicto con otras comunidades. Así pues, hasta que la sociedad no cambie lo suficiente los afar seguirán sobreviviendo en ese territorio inhóspito.
La mayor riqueza del Danakil está en sus minas de potasio; pero esta se queda en manos de grandes corporaciones mineras, sin beneficiar en nada a los verdaderos dueños del desierto.
No cabe esperar una acogida cordial por parte de los Afar, a los que no les gusta ser observados y fotografiados por los escasos turistas que llegan hasta ellos. Tampoco tratan de vender nada, y aún son pocos los que piden una propina a cambio de dejarse fotografiar. A penas reciben ayudas ni las solicitan. Han rechazado las ofertas gubernamentales que pudieran suponer una modernización de su vida. Y mantienen sus formas tradicionales de trabajo y comercio, que las autoridades etíopes parecen respetar y preservar
Aunque la sociedad Afar ha abandonado sus hábitos guerreros, mantiene ceremonias de iniciación y rituales primitivos de circuncisión e infibulación. Son mayoritariamente musulmanes pero de carácter tolerante y rinden culto a sus antepasados. Las mujeres están totalmente sometidas a los varones, y son tratadas casi como objetos. Hace tiempo que perdieron su antigua organización política de unión pequeños sultanatos, y sus dos linajes primitivos han quedado separados geográficamente No es de extrañar que los jóvenes Afar se alejen del Danakil en busca de otra vida mejor, y emigren a las ciudades. Porque en el desierto no tienen más futuro que repetir el pasado, viviendo como en la Edad Media.
El Salar
En el Danakil hay que pasar por cuencas de ríos secos y una zona montañosa poco habitada, que por momentos recuerda al Gran Cañón del Colorado. En otros, remite a un paisaje extraterrestre, con montañas negras de formación volcánica y una escasa vegetación, que se reduce a algunas hierbas que, vistas a lo lejos, pareciera que siguen el curso de un río inexistente. Este cambiante paisaje desemboca en una extensa planicie, sin límites en el horizonte, que arranca con la blancura deslumbrante del salar.
Si sopla el viento, es una lengua de fuego. El único indicio visible de vida en kilómetros y kilómetros a la redonda son estos animales que portan en sus gibas bloques de sal a la caída del sol.
Os dejo las asombrosas imágenes del salar del Danakil
En la superficie del continente africano, la geología está escribiendo una enorme Y. Lo hace porque la corteza oceánica emerge a la superficie abriendo titánicas grietas que se ensanchan a velocidades imperceptibles y que cuando se inundan se convierten en mares. Dos de esas grietas comenzaron a formarse hace 30 millones de años, y hoy son el mar Rojo y el golfo de Adén. La tercera, el pie de la Y, comenzó algo antes, aunque puede que se aborte. Aun así, ya ha dejado una inmensa marca que sube desde Tanzania a través de Kenia y Etiopía. Es lo que se denomina el Valle del Rift (valle de la grieta). En el punto de unión de esas tres grietas se encuentra este desierto de sal, la llamada depresión del Danakil.
Esta es una extensión de más de 100 kilómetros cuadrados que a primera vista parece una interminable alfombra de sal, pero que esconde fascinantes fenómenos minerales y –quizá– también las respuestas a preguntas cruciales sobre la naturaleza de la vida.
Esta noche dormimos en un hotel de siete estrellas, en un espartano campamento, una caseta que hace las funciones de cocina y unos camastros de bambú al aire libre. El jacuzzi lo dejaron para otra ocasión y el baño consistía en una planicie del desierto. Es muy recomendable llevarse toallitas húmedas porque en el tour no hay oportunidad de ducharse. Alrededor de las 19:30 se cena a base de arroz con verduras y nos preparamos para dormir en las rústicas camas. yo dormí fenomenal mirando al cielo. Una maravilla.
Las montañas de sal
Al día siguiente nos despertamos con los primeros rayos de luz y nos lavamos como los gatos. El desayuno vuelve a ser la mejor comida, con crepes, nutella y tortilla. Llevamos al cocinero en el equipo de la expedición y damos las gracias por ello. Las mejores comidas del viaje las hicimos en la excursión del Danakil.
Recogemos la mochila y nos dirigimos a visitar otra de las maravillas de este viaje, el Dallol. Se trata de un volcán elevado unos pocos metros por encima del salar y que está constantemente emanando azufre.
Antes de seguir contando qué es el Dallol, os cuento acerca de otro paisaje fuera de lo común que visitamos a pocos minutos del Dallol. Avanzamos en el 4×4 y se llega a otro paisaje lunar. Son unas montañas de sal de millones de años que han ido creando curiosas formaciones.
Poco más adelante nos espera otra sorpresa. En medio de la inmensidad del salar se ha creado un pequeño pozo de agua cristalina de color verde de unos 3 metros de profundidad. El contraste del salar blanco es realmente fascinante. Con el calor que hace dan unas ganas tremendas de pegarse un chapuzón.
El Dallol
El yacimiento de sal, plástico e impermeable, aguanta las embestidas magmáticas, pero se quebró finalmente dejando salir los líquidos, vapores y gases atrapados en su interior. Al cerro creado por el empuje del magma y moldeado por la mineralización se le conoce como el Dallol, un lugar que los afar, los pobladores de la región, consideran la morada de un espíritu maligno.
El Dallol es un campo hidrotermal único. Por todas partes hay fuentes termales donde el agua surge a borbotones a la temperatura de ebullición. Esa agua es en realidad una supersaturción en cloruro sódico. Cuando brota, toda esa sal que sobra cristaliza formando pilares que inicialmente son de un blanco brillante y puro. La acidez de las aguas es brutal, casi 500 veces más ácida que el limón. Tras la sal, cuando la temperatura del agua baja unas decenas de grados, condensa el azufre que pinta de amarillo flúor los pilares inactivos. Las aguas ácidas se embalsan gracias a represas construidas por la cristalización de la propia sal. El hierro, en contacto con el oxígeno de la atmósfera, se oxida bajando el pH hasta el valor más bajo medido en un medio natural, casi 10.000 veces más ácido que el limón.
El agua está a 70 grados centígrados y su concentración es tan alta que tiene la consistencia de un gel, del que debe ser imposible salir. De hecho en el siguiente artículo podéis leer acerca del Dallol, donde ninguna vida puede sobrevivir; según los investigadores, se trata de un área donde las nubes de gas tóxico generan un ambiente incompatible con la vida.
Las sucesivas mineralizaciones debidas a la oxidación tiñen las aguas de colores cálidos, desde el verde lima al verde jade, desde el naranja al rojo, los ocres y chocolates. Caminas sobre una costra de sal que sabes hueca y quebradiza. Notas que bajo los pies hay algo que amenaza con salir a la superficie.
De este lugar tan recóndito hasta la civilización (entiéndase según los standards etíopes) sólo distan unas tres horas de coche. !!Increíble!!
Estos lugares del Danakil nos encantaron. En breve os contaré acerca de la excursión que hicimos a la cima del Volcán Erta Ale, alguna noche anterior a estos días tan maravillosos que pasamos en el Salar y Dallol.
Espero que os haya gustado esta entrada. Sólo os diré que si las fotos son tan increíbles, imaginaos cómo puede ser la realidad.
Si queréis leer acerca del resto del viaje a Etiopía, podéis pinchar aquí.
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